“En tu cabeza está el futuro de la innovación”
Hace unos días, prensa nacional y extranjera se hacían eco de la lista de las 100 compañías más innovadoras del mundo, un ya conocido listado elaborado por la agencia Thomson Reuters.
En él, EEUU y Japón se sitúan a la cabeza, ocupando 45 y 28 puestos de los 100, respectivamente. En cuanto a Europa, es Francia quien cuenta con más compañías en la lista, con un total de 12, seguida de Suíza (4), Alemania (3), Suecia (2) y Países Bajos (1).
Corea del Sur, con tres empresas pioneras en innovación y Canadá y Taiwán con una cada uno, completan los 100. España, por tercer año, se queda fuera del listado y se convierte en foco de críticas o, cuanto menos, de dudas. Y es que, en los últimos tiempos, las palabras emprendimiento e innovación han invadido prensa, blogs y artículos académicos en nuestro país. Se han convertido en habituales y quizá, por momentos, ambos conceptos se han asociado en exceso, en ocasiones, desvirtuándose.
Vayamos por partes. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define innovación como “creación o modificación de un producto y su introducción en el mercado”. Por ello, toda innovación, para ser considerada como tal, debe entrañar una ventaja competitiva con respecto a la competencia, un valor añadido, sea del tipo que sea (tecnológico, estético, evolutivo…) Es ahí donde debemos marcar la diferencia. Debemos seguir haciendo distinciones, perfilando cada término y dándole la importancia y el papel que cada uno debe jugar en el presente…y también de cara al futuro.
En España se ha puesto en el punto de mira el emprendimiento, equiparándolo a un bote salvavidas en medio del oleaje levantado por la crisis. Se habla sobre emprendimiento, se legisla sobre emprendimiento, se valora el emprendimiento, pero carecemos de una cultura emprendedora que, en oposición al caso español, arrastra ya una historia tras de sí en otros países como EEUU. Países donde esta cultura sí va acompañada por el concepto de innovar. Acompañada. Ni como sinónimo de innovación ni como sustituta de la misma.
Con motivo de la celebración de la Startup School, en 2011, Ron Conway, un más que reputado business angel, con inversiones en Google, PayPal y Twitter, entre otros, se dirigía a un aula repleta de emprendedores con estas palabras: “en vuestras cabezas está el futuro de la innovación.” He ahí la clave. En la era en la que se dice que “todo está inventado”, inversores, empresas y autoridades académicas se unen para reivindicar la innovación como clave de futuro. Asistimos al paso de la cultura del emprendimiento a la cultura del intraemprendimiento, encabezada por esta figura, la del intraemprendedor, que por sus características, se convierte en motor de la innovación para la empresa y desde dentro de la propia empresa.
Pero, dejando a un lado la cultura emprendedora, merecedora de un capítulo aparte por su grandísima e indiscutible importancia, centrémonos en la innovación. ¿Cuál es el porqué de su gran importancia? Pues bien, he aquí unos datos como respuesta: las 100 empresas que aparecen en el listado de Thomson Reuters, generaron una cifra de negocio de 3,3 billones de euros y crearon un total de 266.152 nuevos empleos el pasado año. Además, el conjunto de empresas que componen la lista, creada en base al número de patentes y su influencia global, superó la evolución bursátil del índice S&P 500, del que forman parte las 500 compañías más importantes del mundo. Las 100, conscientes de la importancia/ventaja/beneficio que supone innovar, han destinado más de 165.000 millones de euros a la inversión en I+D. Estos datos hacen obvio el valor de la innovación dentro de las empresas.
Recientemente, los economistas Bruno Cassiman y Stijn Vanormelingenz presentaban los resultados preliminares de su investigación sobre la innovación en las empresas españolas y sus efectos sobre los márgenes empresariales, resultados que refutan empíricamente la hipótesis de partida. Entre los datos que destacan, está no sólo el impacto positivo de la innovación en los márgenes empresariales, sino el aumento acumulado de estos mismos como resultado de incorporar la innovación a la rutina de la empresa, es decir, año tras año. Sin embargo, el mismo estudio subraya que en España no se innova: “sólo un 7% de las empresas españolas ha solicitado una patente en un año cualquiera.” Cada año, se presentan en el mundo un millón de solicitudes. Sólo 2.500 son españolas. Por su parte, Mark Hurd, presidente de Oracle, hacía hincapié en el valor de la innovación tecnológica en el Oracle Open World 2013 con estas palabras:
“el sector tecnológico representa sólo una pequeña parte del PIB mundial, pero tiene una influencia decisiva sobre el resto”.
Por tanto, dejemos de un lado, sin restarle su merecido valor, el Chupa Chups y la fregona…apostemos por todo lo demás. No vayamos un paso por detrás, exaltados de fiebre emprendedora. Vayamos un paso más allá. Peguemos en nuestras mesas un post-it con la máxima pronunciada por Conway: “en tu cabeza está el futuro de la innovación”. Y, sobre todo, creámosla. Al hilo de todo esto no puedo evitar recordar un tweet que publicaba Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña hace escasos días: “Google no inventó los buscadores, Facebook no inventó las redes sociales, ni Amazon el e-commerce. Adaptar funciona, no necesitas inventar la rueda”. Innovar, sin duda, funciona.
Míriam Rey
Press Assistant








